A estas alturas, seguramente ya habrás leído acerca de los non fungible tokens, o NFTs, que desde hace un par de meses han sido el tema de conversación dentro y fuera del mundo crypto.
Más allá de explicarte con mucho detalle qué son y cómo funcionan, en este post te quiero platicar por qué tienen el potencial de transformar la economía como la conocemos y cuáles son unos ejemplos de su versatilidad.
Pero comencemos con un breve repaso. Hay tres cosas principales que tienes que saber sobre los NFTs:
- Qué se considera un NFT
- Su relación con crypto
- El valor que puede generar
Qué es NFT
Non fungible token es quizá una descripción más confusa que el propio acrónimo, pero básicamente a lo que se refiere es que un NFT es un comprobante (token) que no se puede intercambiar por otro (non fungible). En otras palabras, que es único. Se podría comparar con un SKU o stock-keeping unit –aquel código que identifica a un producto en un inventario o un almacén físico– en cuanto a que sirve para identificar y rastrear.
Pero lo revolucionario de un NFT es precisamente su componente virtual específico. Un NFT puede ser un solo GIF, un video, un tweet, una ilustración, una canción, un deck de cartas o incluso un meme, que se la atribuya a una sola entidad en internet, ya sea persona u organización. De esa manera, el activo digital y su creador o dueño quedan permanentemente identificados aunque dicho activo se reproduzca o se comparta millones de veces en la inmensidad del internet.
Pero, ¿por qué alguien querría ser dueño de un meme? Eso lo veremos un poquito más adelante, pero te doy una pista: hay una razón “económica” de propiedad.
La relación entre NFTs y crypto
En términos muy sencillos, un NFT permite hacer el registro de un activo digital casi como si estuvieras registrando algo en una hoja de Excel… excepto que el registro corre sobre el blockchain de Ethereum.
Como ya les platicaba en este artículo, además de ser inmutable por su naturaleza descentralizada, la blockchain de Ethereum permite los contratos inteligentes. Estos contratos son acciones programadas en el código que se activan según ciertas condiciones bajo el modelo “if this, then that.” Es decir: solo ocurre tal cosa si pasa esta otra.
Como ya decíamos, lo que ocurre con los NFTs es que la pertenencia de un archivo digital queda grabado en el blockchain de Ethereum. No es algo trivial: el que sus obras estén registradas así les permite a los creadores ser remunerados mediante un contrato inteligente cuyo código desencadene alguna transacción si el NFT se comporta de cierta manera.
El valor de un NFT
If this, then that; si el NFT se reproduce o se revende, entonces su dueño o creador original recibe un ingreso, una especie de “regalía”. Por ejemplo, el artista original puede “configurar” un ingreso del 10% de las ventas futuras o de las reproducciones de su “arte” en el mismo código del NFT. Ya les decía: esta es una de las razones del auge de los NFTs. Son una nueva manera de generar ingresos en la llamada economía de los creadores.
La razón por la que esto es revolucionario es porque, los NFTs le quitan poder a las plataformas que tradicionalmente han “monetizado” a los artistas, músicos, cantantes y hasta los “influencers”. Descentralizan el poder de las casas productoras y grandes distribuidores, para dárselo a los creadores del valor: los artistas.
¿Por qué? YouTube, por ejemplo, le paga a los creadores de videos que llegan a superar cierta cantidad de vistas o de suscriptores. Es la razón detrás de tantos youtubers: no lo hacen por mero gusto. Lo mismo ocurre con Instagram y TikTok, además de que tanta exposición le da a estos creadores o influencers una plataforma para aliarse con marcas, representar ciertos productos o sacar su propia mercancía, lo cual también es una fuente de ingresos para ellos.
Pero algo que ocurre constantemente es que YouTube y Facebook cambian o actualizan sus algoritmos. Esto obliga a que los creadores modifiquen sus estrategias, reorganicen su contenido o tengan un juego permanente con sus métricas para seguir manteniendo la cantidad de vistas y suscriptores que les permiten vivir de hacer contenido.
Los artistas musicales enfrentan el mismo problema. A menos que seas un artista que esté en la cima de las canciones más reproducidas en Spotify o iTunes, estas plataformas llegan a pagarles centavos por cada reproducción, lo cual hace más difícil que un cantante viva de su música si la venta de discos ya no es algo que siga siendo tan popular. Y no se digan los artistas de décadas pasadas, con las grandes casas productoras como Warner Brothers, Universal Studios o el mismo Disney quienes se llegaban a quedar con la gran mayoría de los ingresos de los artistas a quienes representaban.
Ahora, cabe aclarar que el boom de los NFTs hace un par de meses reveló otro problema: ¿quién le asigna valor a un activo digital? Cualquiera puede hacer un meme, una ilustración, o una canción, pero eso no significa que otras personas lo van a considerar automáticamente valioso como para pagar algo por eso.
Es aquí cuando entra el poder democratizador de crypto. Mientras más personas crean que una cosa tiene valor por la razón que sea, más valor esa cosa va adquirir. Es este replanteamiento de lo que tiene o no valor lo que ha logrado que un NFT del artista digital Beeple se subastara por $69 millones de dólares en marzo pasado. Es solo un jpg de arte muy particular, pero suficientes personas creen en él (tan solo Beeple tiene 2.5 millones de seguidores en sus redes sociales) como para que llegara a valer eso.
Es por esta razón por la que los NFTs también están impactando el mundo de las inversiones. Como pueden revenderse, hay quienes están comprando NFTs con la esperanza de que en un futuro puedan llegar a valer tanto como lo de un Beeple. Pero, por supuesto, representa un problema. Imagina un diagrama de Venn entre dos mundos sujetos a la especulación: el mercado de arte y el mercado financiero. Aquí hay un par de ejemplos que demuestran su potencial:
El NYSE anunció que vendería los NFTs de los primeros mensajes del momento en que ciertas empresas, incluyendo Spotify, Roblox y DoorDash, cotizaron por primera vez en bolsa.
Nathan Apodaca, el famoso cholo en patineta que se volvió una estrella de TikTok al ritmo de una canción de Fleetwood Mac, vendió su video como NFT por $500 mil dólares.
Claro que lo has visto: la niña que sonríe mientras una casa se quema detrás de ella. Zoe Roth tenía 4 años cuando le tomaron esa foto, y ahora que tiene 21 años logró venderla como un NFT. Recibió 180 ether, o el equivalente a $470 mil dólares.
La modelo subastó una foto suya de Instagram como NFT y se vendió en $175 mil dólares. Para ella, esta foto representa una “reapropriacion” de su propia imagen, porque la foto de Instagram no era de su propia cuenta, sino de la de un fotógrafo que la había publicado y lucrado con ella sin el consentimiento de la modelo.
El primer tweet de la historia, publicado por el fundador de Twitter el 21 de marzo de 2006, se vendió por $2,9 millones.
Como toda nueva innovación los NFTs seguramente pasarán por un clásico ciclo de “boom and bust” en donde habrá mucho hype, seguido por una bajada súbita y subsecuente consolidación. Pero estos ciclos, ayudan a traer el capital y la atención que desarrollen la infraestructura y los nuevos proyectos que permitan que estas innovaciones se desarrollen en su máximo potencial y puedan florecer.
La tecnología promete, pero como en todo, el tiempo dirá.