Bitcoin, not blockchain

Javier Morodo

En este espacio ya hemos hablado acerca de Bitcoin y de la industria de crypto activos que está naciendo y que promete ser una invención revolucionaria. Pero poco hemos hablado sobre el blockchain, la tecnología que hay detrás y que permite que todo esto suceda. En este artículo, entraremos a detalle a conocer conceptualmente esta tecnología, lo que la hace especial y, sobre todo, intentaremos desmentir esa idea conservadora que propone el valor aislado del blockchain, sin el sistema de incentivos funcionales de Bitcoin, comúnmente llamado: “Blockchain, no Bitcoin”.

Empecemos con una aclaración. Existen dos principales tipos de blockchains: los públicos y los privados. En este artículo nos enfocaremos en los públicos, pues los privados, mejor conocidos como DLT (distributed ledger technology) carecen de propiedades de descentralización y por ende son poco relevantes para la discusión de este artículo. 

Por el momento, platiquemos sobre la tecnología como tal. ¿Qué es el blockchain? Es una base de datos que está estructurada como una cadena de bloques (de ahí su nombre). La principal diferencia que existe con otros tipos de bases de datos es que en un blockchain, los datos están estructurados en grupos (o bloques) que tienen cierta capacidad de almacenamiento y que forman cadenas cuando se llenan. En cambio, una base de datos “normal” conjunta la información en “tablas”. Esto hace que todos los blockchains sean bases de datos, pero no todas las bases de datos sean blockchains. 

Además, los bloques de información de un blockchain están interrelacionados entre sí en orden cronológico. Es decir, una vez que llega un nuevo bloque de información, los bloques anteriores se quedan “sellados” y son inmutables a partir de entonces. Por eso, en el blockchain existe solo un registro de la verdad y nadie puede modificarla.

Ahora que entendemos la estructura conceptual del blockchain como base de datos, podemos pasar al siguiente atributo que hace a esta tecnología revolucionaria: la descentralización. 

Gracias a la criptografía (sí, de ahí el prefijo crypto o cripto) y las funciones de resumen (o hash), es posible la implementación de un registro contable distribuido que permite la seguridad e integridad de la base de datos. Ahora, vamos por partes. Esta integridad se garantiza mediante el consenso de los participantes (o nodos) dentro de la red. Entre más participantes o nodos haya, la red es más segura ya que se evitan comportamientos maliciosos por parte de alguno de ellos, pues la mayoría tiene como objetivo cuidar la integridad de la información de la red. 

Es aquí donde el mecanismo de incentivos juega un rol predominante. El Bitcoin y los demás criptoactivos son esenciales para este propósito, pues mantienen alineados e incentivados a todos los participantes de la red. Es precisamente por esto que el mito de “Blockchain, not Bitcoin” simplemente no tiene sustento: Bitcoin es el mecanismo que permite que toda la red funcione y escale para garantizar la seguridad e integridad de la base de datos y de la misma red. 

Aquí una gráfica de los principales nodos activos de Bitcoin en 2018 y de su distribución por país:

Otra de las principales características de los blockchains es la transparencia. Debido a la naturaleza descentralizada y pública de esta tecnología, toda la información y las transacciones que en ella ocurren pueden ser consultadas de manera transparente por cualquier persona desde cualquier lugar del mundo con acceso a la red en tiempo real. Incluso es posible tener una copia de la base de datos histórica a través de uno de los nodos. Estos son atributos muy importantes para que se desarrolle este tipo de tecnología, pues la descentralización y transparencia permiten tener múltiples casos de uso.

Con todo lo que hemos aprendido sobre la tecnología, atributos y potencial innovador del blockchain, llega la pregunta obligada: ¿el blockchain puede funcionar sin Bitcoin? La respuesta simple es que sí, pero perdería la parte más fundamental de sus atributos. Es como tener un avión sin alas: “funciona” para avanzar sobre una pista, pero no para volar. 

A lo que me refiero con esto es que más allá de la tecnología, lo verdaderamente revolucionario del blockchain es todo lo que implica como conjunto: con la criptografía, con el mecanismo de consenso, con la descentralización, con las redes abiertas y públicas, con los incentivos. Sin todo esto, los protocolos de blockchain no pueden volar, si seguimos con el ejemplo del avión. La gente que usa el concepto de “Blockchain, not Bitcoin” es gente que simplemente no entiende la trascendencia de este concepto. 

Lo que permiten hacer estos protocolos –como lo platico a profundidad en este artículo–, es generar confianza a escala sin la necesidad de un intermediario, sea éste un gobierno, un banco o una empresa. Es más, considera que el blockchain fue inventado en 1991 por un par de investigadores llamados Stuart Haber and W. Scott Stornetta, pero que encontró una verdadera y potencialmente revolucionaria aplicación hasta el 2008, cuando la idea del Bitcoin (un sistema monetario) construido sobre un blockchain que funcionaba a través de un mecanismo de consenso llamado “proof of work” fue propuesta por el seudónimo más famoso de la historia de la humanidad: Satoshi Nakamoto. Ahí la innovación: conjuntar una serie de conceptos bajo un solo fin. 

Así que no te vayas con la finta: la tecnología es tecnología, pero las verdaderas revoluciones son las que conjugan muchos factores que las vuelven únicas, como es el caso de Bitcoin. El tiempo siempre suele revelar la diferencia entre los mitos y relaidades, y esta “promesa” llamada Bitcoin ya vale más de un billón de dólares. 

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