El pasado 29 de enero del 2023 sentí que me moría.
En punto de las 6 de la mañana y luego de haber entrenado por 3 meses era el momento de comenzar el medio maratón que había esperado con tantas ansias y emoción. Me sentía fuerte para la carrera y decidí ir por mi récord personal. Los primero kilómetros iban muy bien, iba tranquilo y seguí mi plan de carrera a cabalidad.
Después del kilómetro 3 comencé a acelerar, comencé a llevar mi cuerpo al límite y así me fui hasta el km 15, dónde perdí la memoria. Seguí corriendo hasta el kilómetro 20 dónde me desvanecí, no recuerdo nada en ese lapso de 5 kilómetros. Me cuentan que al kilómetro 17 vi a mi familia y amigos, los fuí a abrazar y me vieron perfecto. Mi reloj Garmin, que registra mi tiempo y signos vitales, marcaba muy buenos tiempos hasta el infame kilómetro 20.
Tengo algunos “flashbacks” de comenzar a desvancerme, de gente ayudándome y pidiendo que parara, del servicio médico atendiéndome, de estar en la ambulancia. Solo algunos destellos, con los que sigo poniendo las piezas juntas en mi cabeza.
A las 08:29 AM llegué inconsciente al hospital con mis signos vitales muy alterados, temperatura por arriba de los 40 grados, presión extremadamente baja y ritmo cardíaco en estado crítico. Recuperé la consciencia en la sala de emergencias, en dónde 7 médicos estaban intentando estabilizarme con suero intravenoso y técnicas para reducir mi temperatura corporal.
Me sentía en una película, luchando por mi vida, en esos momentos críticos que separan la vida de la muerte. Yo me resistía, este no era mi último día, mi último suspiro, yo iba a vivir, nunca me desprendí ni me dejé ir. Confieso que tenía miedo, mucho miedo, pero mi voluntad y coraje eran mayores, mis ganas de vivir y sobre todo mi deseo de estar con mis seres queridos. ¡Aún hay mucho que Javier tiene que aportar a este mundo!
Luego de esa épica batalla y con lágrimas en los ojos, comencé a notar mi cuerpo y mi mente. Mi cuerpo estaba en shock, estaba paralizado, no podía articular palabras y estaba extremadamente confundido. Los médicos me preguntaban dónde estaba y qué día era, yo no tenía respuestas y las palabras no salían de mi boca. Mis funciones cognitivas estaban ausentes y esto generó otra grave preocupación; ¿qué consecuencias tendrá este trauma que acabo de experimentar? Esas consecuencias, ¿serán permanentes?
Los siguientes minutos fueron eternos y llenos de angustia. Poco a poco mis signos vitales comenzaron a mejorar, los doctores se dejaron de preocupar, comenzaba a recuperar las funciones cognitivas y motoras, retomaba algo de memoria y comenzaba a sentir mi cuerpo nuevamente.
Lo primero que pensé fue en mi familia, en mis seres queridos. Ahí es dónde te das cuenta de lo que verdaderamente importa en la vida. Cuando te despojas de todo y no tienes nada, es donde resalta lo más importante. Recuerdo muy bien un ejercicio que me platicó mi gran amigo Pablo Sanchéz Serrano en el que escribes detalladamente qué harías si tuvieras un último día de vida; yo en ese momento lo tenía muy claro.
Con las pocas capacidades que tenía en ese momento busqué a mi familia y amigos, para decirles que estaba bien y los comuniqué con los médicos para que les dieran informes sobre mi paradero y pudieran venir a visitarme. Horas después estaban conmigo mientras seguía en recuperación.
Al cabo de un par de horas, el escenario había cambiado drásticamente. Al estar en tratamiento médico con suero intravenoso, más algunos medicamentos y rodeado por familia y amigos queridos, había recuperado todas las funciones motoras y cognitivas. Parecía un milagro.
Permanecí un par de días en el hospital en observación ya que había algunos daños en el corazón, riñones y sistema digestivo, normales de un shock cómo el que había sufrido. Afortunadamente todos los daños son reversibles y estoy en rehabilitación y descanso para recuperarme.
Sufrí lo que se conoce como un golpe de calor, un trastorno ocasionado por la deshidratación y el exceso de calor en el cuerpo, generalmente como consecuencia de la exposición prolongada a altas temperaturas o del esfuerzo físico en altas temperaturas. Esta es una condición que desafortunadamente es común para los deportistas en competencias de alta exigencia. Sobre todo, cuando se llevan a cabo en lugares calurosos y húmedos.
Los golpes de calor, suelen ser temas tratables si la atención es adecuada, pero también llegan a ser fatales y con consecuencias irreversibles en función de la gravedad y la falta de atención. Los síntomas son múltiples, desde temperatura corporal alta, escalofríos, dolor de cabeza, palpitación elevada, etc. Son muy tangibles y reales, de esa forma los experimenté yo. Pero no hice caso, seguí, e inclusive aceleré de manera temeraria, ya que en mi cabeza la mente dominaba al cuerpo y el cuerpo iba a lograr lo que la mente quisiera. Estaba equivocado.
Llevé el cuerpo al extremo y eso me pasó factura. Me puse en una situación de mucho riesgo y de no haber sido por los servicios médicos y la atención de primera que recibí, otro hubiera sido el desenlace. Estos son temas muy delicados que se deben de hablar con más naturalidad y transparencia. Es nuestra responsabilidad hablar de estos “fracasos” o traspiés, hay mucho aprendizaje y reflexión. A mi me hubiera servido mucho leer esto antes.
La realidad es que probablemente no me iba a morir, solo me estaba desmayando. Estaba en un gran hospital con excelente atención médica. Mi cuerpo está en buen estado y simplemente estaba deshidratado, sobre expuesto al calor y al esfuerzo. Aún así fue un evento que recordaré toda la vida y que espero me sirva de punto de inflexión en varios sentidos.
Siempre he creído en resignificar los hechos que nos ocurren, ya que creo que por más dolorosos o tristes que sean, siempre hay un regalo que puedes reinterpretar para ser más consciente, más presente, más amoroso, más pleno y más feliz. Siempre hay oportunidades de reflexión y de crecimiento. Hoy quiero compartirte algunas de mis reflexiones de este suceso:
- Todos los accidentes son excesos de confianza: Esta frase me la dijo mi madre hace unos años y siempre que tengo un accidente la recuerdo. Esta ocasión no fue distinta. Yo tenía un plan muy claro que seguir en cuanto a entrenamientos, comidas, hidratación, y suplementación. Sin embargo, fui laxo con él y no lo seguí al pie de la letra. Me confié y eso sin duda fue mi responsabilidad. No se juega con el cuerpo. Hay riesgos altos, sobre todo haciendo este tipo de actividades y puede ser “game over”. No hay que tomarse estas cosas a la ligera. De ahora en adelante me tomaré mucho más en serio el entrenamiento, dieta y disciplina requerida.
- Hay que escuchar al cuerpo: Confieso que yo creía que esto era bullshit, soy fan de David Goggins y sus libros Can’t Hurt Me y Never Finished, son de mis favoritos. Siempre he creído que la mente crea lo que tu mente cree, y lo sigo creyendo. Pero ya no creo en absolutos. La magia está en la simbiosis de mente y cuerpo, en la danza, no en el régimen autoritario. Voy a ser más compasivo con mi cuerpo y lo voy a escuchar más. Hay mucha sabiduría que he ignorado y mucho sufrimiento que me he autoimpuesto.
- Hay que reconocer al ego: El ego no es ni bueno ni malo, todo depende para que lo uses y sobre todo desde dónde lo uses. Hoy reconozco que una de las causas de este incidente fue mi ego. Mi necesidad de competir contra los demás, mis ganas de demostrarle al mundo que yo puedo. También había una necesidad en mi alma de superarme, pero en realidad era mucha validación externa. Voy a procurar tener a mi ego más presente y en su lugar.
- No hay que improvisar, hay que escuchar a los expertos: Antes de la carrera decidí hacer algunos cambios que no estaban previstos en los planes que me habían construido mis coaches. Estos salieron claramente muy mal y crearon un desajuste importante en mi cuerpo.
- Hay que ser conscientes del riesgo: Estas actividades que son extremadamente demandantes físicamente, tienen un riesgo alto y hay que tener muy presente nuestro estado físico. Es muy importante hacer exámenes médicos antes de estas competencias para saber que nuestra salud es óptima. Desafortunadamente el riesgo de estas carreras puede ser fatal. Yo por ejemplo, tengo un desorden digestivo crónico que no había atendido y que claramente influyó en la deshidratación. Lo tomé a la ligera y pagué el precio, gracias a Dios lo pude contar.
- Estilo de vida: Otra gran reflexión que me llevó es sobre el estilo de vida, no se puede todo en la vida, no sin conllevar un gran riesgo. Yo pensaba que era superman, y la vida me puso en mi lugar nuevamente. Estas son señales que nos da nuestro cuerpo de bajarle, porque nos dan chance de jugar otro round, de mejorar nuestro juego, de afinar la mira y de definir hacia dónde queremos ir. Hay distintos caminos y es cuestión de elegir, pero no se puede todo en la vida. Si es deporte es deporte, si es vida social, es otra cosa.
- Seres queridos: Mi última reflexión va más allá del evento, pero fue muy clara y tangible mientras experimentaba el trauma que relato al inicio del ensayo. Como bien explica Clayton Christensen en su ensayo How Will You Measure Your Life, el verdadero valor de la vida está en las relaciones íntimas que desarrollas, en las que inviertes y de las que cosechas. Esas relaciones que cuentas con la palma de la mano y con quienes compartirías tus últimas horas si es que ese día fuese a llegar, son las que debes de procurar todos los días. Mi verdadero regalo fue hacerme más consciente de lo que verdaderamente es importante para mi. Para vivir una vida más plena tengo que ser consciente de esto y por ello estoy muy agradecido.
Antes que nada, quiero agradecer con todo mi corazón a los profesionales de la salud y de la atención a corredores en estas competencias. Son unos verdaderos ángeles, sin ustedes, yo y muchos otros no seguiríamos en este mundo. Su labor es titánica, la diligencia y urgencia con la que hacen su trabajo literalmente salva vidas. De igual manera quiero agradecer a las personas, que sin yo saberlo y recordarlo, seguramente me apoyaron en este episodio, y que probablemente gracias a ello, no lograron su mejor tiempo. Esos actos de bondad desinteresada hacen al mundo girar. Gracias eternas.
También quiero agradecer las múltiples muestras de cariño de mis seres queridos y de toda la comunidad que estuvo siempre muy pendiente de mi recuperación. No tengo palabras para agradecer el cariño que sentí de todos ustedes y creo que siempre existen “silver linings” en estas situaciones. Quedé muy conmovido.
Los hechos son neutrales, la importancia de ellos radica en cómo los interpretamos. Si bien estoy triste y con mucho coraje por no haber terminado la carrera, estoy convencido de que este evento me prepara, no solo para la siguiente carrera, sino para siempre. Este suceso es un gran regalo de la vida, que me pone una llamada de atención para que aprenda grandes lecciones. No hay mejor frase para describir esto que cómo me dijo mi querido amigo Eduardo Ramiréz mientras estábamos en el hospital: ¨Hermano… para arriba y para adelante que la vida se mira por el espejo de enfrente¨. La fortaleza de la mente y poder resignificar los hechos es un superpoder.
Por último, espero que mi historia y reflexiones ayuden a generar más conciencia sobre estas situaciones. Al igual que muchas veces comparto mis aciertos, éxitos y descubrimientos, me siento con la responsabilidad de compartir mis fracasos, reflexiones y aprendizajes. Así es la vida, todo es proceso, todo es perfecto. Siempre es el día 1, somos eternos aprendices.
A seguir aprendiendo y creciendo en esta vida. Ahora sí que como bien dicen… lo que no te mata, te hace más fuerte.
Javier